Con Tacones de Chanel

🌈 Con Tacones de Chanel, La historia de María LGTB Artículo de Opinión Lucia López Viejo

 

«Pero el problema de luchar contra uno mismo es que aún cuando ganes, acabas perdiendo. En algún momento —exhausta y llena de cicatrices— o aceptas que tienes que convertirte en mujer —que eres mujer— o te mueres

Del libro  Como ser mujer  escrito por Caitlin Morán, pág. 17

El dolor que acompaña a cada persona es intransferible y está cargado de secretos. Cosas a las que solo una le da importancia, mientras que el resto no sabe ni quiere escuchar.


María tenía 25 años, mucho trabajo a sus espaldas y un montón de sueños que  había aplazado porque el reloj nunca marcaba la hora indicada. Tenía la dulzura que desprenden los veinte y la madurez que acompaña a las vidas que no son demasiado fáciles. Aunque siempre que se hastiaba por ello llegaba a la conclusión de que todos, incluso a los que envidiaba, cargaban con un baúl de quejas y llantos a los que no podían poner solución.


Tenía un cuerpo espectacular, mejor dicho, trabajaba todos los días por tener un cuerpo espectacular. Le acompañaba una mirada de infarto y la presencia de cien mujeres pisando un mismo escalón. Chanel, Dior, Versace, su armario estaba lleno de vestidos caros, tacones imposibles y chaquetas que habían vestido a las mujeres de su televisión. 


Se había reinventado un número ilimitado de veces. Cobijándose en la piel de las personas más fuertes que conocía, y no me refiero a aquellas que no sufren, sino a las que tiran para adelante cuando mil olas le impactan en el pecho. Era la piel de su madre o sus abuelas. Ni el peor de los cuchillos o los comentarios más dolorosos le dejaban cicatriz en esa piel de las mil capas con la que se había protegido. 


Y no la culpo. María cargaba en sus espalda con el peso de las decisiones que no había tomado. Como debía de vestir, cuando debía de llorar o porqué el maquillaje no era para  ella. Era el peso de gran parte de la historia con todos sus convencionalismos lo que María llevaba en una mochila desde que era niña.


Hasta los 21, estuvo silenciando la voz que le quitaba el sueño por las noches y el hambre por las mañanas. Se acalló, muchos años y durante demasiado tiempo. Convirtió el dolor y la pena en el más cruel de todos sus amantes y cuando quiso echarlos, le habían ocupado cada una sus decisiones. Por eso no fue fácil. 


Volver a escucharse fue el peor de los trabajos. Encontró el cariño que ella misma no se dedicaba en brazos ajenos. No en los del amor, sino en el de las amigas que, como ella, también se habían dejado para luego. 


Mujeres, hijas de Lola Flores y Britney Spears,  que a pesar de ser golpeadas por el acoso callejero tenían que reivindicar cada día lo que eran, mujeres igual que el resto. Como si no tuviésemos suficiente con la mierda que nos acaricia a todos en nuestro día a día. Aguantó las idas y venidas de hospitales, los test psicológicos  y las cirugías como parte del proceso de volver a quererse. 

Se deshizo de la presión social, coqueteó con la provocación y se acomodó rápido en la vida que decían que no era para ella. María era, como su amiga, Lola o Laura, la mujer que tanto esfuerzo les había costado llegar a ser. Ahora, pisaba con tacones de Chanel las mil puertas que antes le habían cerrado.

 

Texto escrito por Lucia López-Viejo