OTRO TIPO DE DISTANCIAMIENTO SOCIAL

«No se siente la verdad cuando está dentro de una misma, pero qué grande y cómo grita cuando se pone fuera y levanta los brazos»

Del libro De todo lo visible y lo invisible de Lucía Etxebarría, pág. 358. 

Viernes noche, dos de la mañana del trigésimo séptimo día de confinamiento. Los trajes de madera se ordenan en filas de a ocho en centros que, antes de esta pandemia, servían para recreo, ahora son tan solo lugares de pena y desconsuelo. En el quinto piso de una de las tantas calles que tiene Moncloa, en una habitación que se ha convertido en pequeña tras tantos días de observar sus paredes y grietas, comienzo el ejercicio de la escritura con el eco de mis vecinos como una constante durante todas las noches. No les conozco, más allá de las manos que asoman perezosas por el balcón cada día a las ocho. Pero les he puesto nombre para que todo esto suene a cercano.

Ellos, los vecinos de los que hoy les escribo, son Lola y Paco, son madrileños de nacimiento y rondan los sesenta, sobre todo él, que con esa tos ronca predice las muchas camas de hospital por las que va a pasar. Desde que el estado de Alarma fue decretado, Lola ha aprendido a dormir con los gritos de Paco como telón de fondo. Una noche y otra pelea. Una escena que se repite en estos días raros. Ya no saben de qué hablar, de hecho, es posible que se les acabase la conversación hace años, cuando aun eran jóvenes y podían buscarse un amor en condiciones. Ahora, es el silencio ensordecedor lo que impera en cada estancia de esa vivienda. Una dolorosa rutina, que ha acallado las conversaciones banales de estos matrimonios incompletos.

Lola sigue queriendo a su marido a pesar de las discusiones, pero ya no tanto ni como antes. Ahora lo quiere lejos, con salud, cariño y un bozal en la boca que no deje al descubierto su mal humor. Sin embargo, no puede salir de casa y no hay bozal ni llanto que silencie los graznidos de las personas deprimidas. Así que agarra la almohada con fuerza y la trae contra su mitad de la cara, con la única intención de fundir a negro el ruido que le perturba el sueño. «Que si Paco, que tienes razón» le escucho decir entre grito y lamento.

El auxilio que no ofrecen en la televisión, ni en la prensa, ni en las redes sociales, es aquel que de solución a los errores que una comete cuando era joven. La soledad de estar en una casa de 60m² con el amor de tu otra vida, ya no de esta. Lola sabe que se enamoró de estar acompañada, no de Paco, ni de su vida con él. Ella temía la soledad, mucho más que las carencias y heridas que provoca el mal querer. Ahora el reloj se come los días y al Paco que Lola creía conocer ya no existe, se ha difuminado con el tiempo. En su lugar dormita un hombre de tez roja, víctima de su mal humor, con una expresión ruda y apática, que ha olvidado el calor de los despertares, la cerveza de los domingos al sol y la vida más allá de los gritos.

Ni golpes, ni heridas superficiales. Nada visible a los ojos de los vecinos que ambos se cruzan en el rellano. Supongo que a dos metros de distancia la empatía se apaga y las mascarillas y guantes aplazan para luego los abrazos que echan en falta. El amor que se acaba como cizalla que les quita el sueño. Ellos saben que no es el confinamiento, sino las horas que nunca han tenido el uno para el otro lo que ahora se les acumula como una montaña enorme de polvo bajo el radiador. El tiempo que nunca se dedicaron les ha sorprendido de golpe, sin previsiones, planes ni ganas.

Ahora que Lola empieza a conocer a Paco, y Paco no tiene otra persona a la que espetar sus muestras de mal humor, el dolor se abre paso en su matrimonio como un virus al que solo la distancia entre ambos puede salvar. Otro tipo de distanciamiento social.

Posiblemente el primer destino al que vayan hoy estos vecinos sea el bufete de su abogada, y puede que no vayan solos, los de arriba también multiplican el número de sus discusiones al calor de los días que pasan.

Yo como vecina prudente y callada solo les pido que se callen. Que son las dos de la mañana y tengo que escribir algo decente para el próximo artículo.