CARTELES DE LA MOVIDA MADRILEÑA

  

Presentación de los Carteles de la Movida Madrileña

Enamorados de la moda juvenil, con veintipocos y las certezas propias de la juventud, nacen muchos grupos de música a los que les hemos hecho un hueco en el corazón, a pesar de que no les viésemos en el momento de su aparición —como es mi caso—. Trajes que clamaban un poco de buen gusto, maquillajes llamativos, peinados más resultado de meter los dedos en el enchufe que de horas de peluquería. La movida fue, a todas luces, un escenario estridente, que gritaba sin complejos —también con poco oído— aquellas indecencias que la sociedad gris no había visto hasta entonces.

El Rock Ola, el Penta, Vía Láctea, lugares que cultivaron y cobijaron a una sociedad que se movía en todas direcciones, no siempre correctas, pero sí muy diferentes a las que nos tenía acostumbrados.

Un enorme pelotón de hormonas descontroladas, hacinadas en antros de dos por dos, esperando un grito delirante que diese comienzo a la carrera. Unas carreras que para suerte de los oyentes, en la mayoría de los casos, no llegó a ser más que un par de singles con relativo éxito. Truncadas en ocasiones, no pocas, por jeringuillas disfrazadas de ángeles que llevaron a más de uno al otro barrio, al marginal, al que luego nadie quería ni se atrevía a cruzar.

Colocados todos en una ola de renovación cultural,  sembró un campo de dudas sobre convencionalismos, hasta entonces, muy arraigados en este trozo del mapa. Un abrazo a culturas europeas como el Punk Rock de Gran Bretaña, que hizo desaparecer las dudas sobre nuestra capacidad de regeneración.

Como dijo un productor de cuyo nombre no puedo acordarme, la movida fue la película que Almodóvar nunca grabó. Afortunadamente para nosotros, quedan muchos vestigios de esa escena underground que permitió levantarse a España en otra época. Una de colores, peinados aberrantes  y mucha liberación.

Fue esa fuerza del destino que convirtió a una mujer pueril en una siempre con problemas, a la que le gustaba ser una zorra y no le importaba lo que dijesen de ella, porque nunca iba a cambiar. Enamorada de la moda juvenil, se coló en todas las fiestas de niñas monas que encontró, aquellas que querían ser mamás para explotar a sus bebés y vestirlos de mujer.

Un viaje musical de Groenlandia a Perú, cruzando el Tíbet que fue capaz de transformar a ese hombre lobo de Madrid en la chica yeyé que guardaba muchos secretos. Una época de sombra aquí y sombra allá que ya no volverá.

Tal vez, no sea tarde para comprender, que nuestras cabezas dan vueltas persiguiendo muchas ideas que allí tuvieron lugar. 

Esta colección es un homenaje a los artistas que llenaron de vida este movimiento y a algún otro protagonista que lo sembró de dolor y muerte. Espero que os guste.

 

 

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